domingo, 20 de febrero de 2011

El Salvador a la zaga en ciencia y tecnología Por Jorge Vargas Méndez



En todos los países, sin excepción, existen personas potencialmente aptas para destacar en el campo científico y la innovación tecnológica. No es cuestión de que sólo ciertas naciones tienen la posibilidad de brillar en tales actividades y mucho menos que sea potestad de cerebros iluminados. El surgimiento de personas vinculadas a la ciencia y la tecnología está determinado, en gran medida, por la visión que cada Estado tiene sobre las mismas y, en consecuencia, por las políticas que coherentes con esa perspectiva implementa a través de sus dependencias.

En algunos países la investigación científica e innovación tecnológica son de especial prioridad para el Estado, por lo que éste las estimula decididamente desde la escuela elemental –donde empiezan a manifestarse–, e invierte recursos económicos necesarios para su desarrollo en universidades y centros especializados, que es donde ambas deben traducirse en propuestas concretas de solución para resolver los problemas de la población local, regional o nacional. Pero además, es en esos países donde se ha logrado una adecuada articulación entre ciencia y tecnología y sectores productivos.

Pero hay otros –la mayoría– donde ambas actividades se realizan por iniciativa y esfuerzo personales, y en mayor o menor medida desde los centros universitarios, lo que hace que su impacto sea modesto. Para colmo, en estos países no existe articulación entre ciencia y tecnología y sectores productivos. No obstante, en países como El Salvador en los últimos años ha adquirido mayor auge la investigación, sobre todo social y económica, pero ha sido posible gracias al respaldo de la cooperación internacional, que sí percibe la importancia o el impacto social de la misma. Ven en la investigación una inversión, no un gasto.

Inversión en ciencia y tecnología en El Salvador en comparación con otros países

En principio, se espera que la ciencia y la tecnología se potencien desde las instituciones de Educación Superior –universidades e institutos tecnológicos–, que al ser públicas dependen del financiamiento directo del Estado. Percibiendo esa situación es que, desde hace años, la UNESCO recomendó que los países en desarrollo orientaran para ciencia y tecnología una proporción mínima equivalente al 1.5% del Producto Interno Bruto (PIB).

Sin embargo, El Salvador hasta 1997 –último año del que se conocen cifras– orientaba para tal fin un porcentaje muy por debajo de lo recomendado: 0.31 del PIB, que ese año fue de 11.13 (en miles de millones de dólares). Y aunque se ignora qué porcentaje asignaban Guatemala y Honduras, solamente se superaba a Nicaragua que apenas orientó el 0.12% de su PIB para el quehacer científico y tecnológico.

Ese panorama fue totalmente distinto en Costa Rica y Panamá, que dedicaron para dichas actividades el 1.28% y el 0.92%, respectivamente. A escala continental los únicos países que superaban lo recomendado por la UNESCO fueron Estados Unidos y Canadá; el primero dedicó 2.55% y el segundo, el 1.66% del PIB. México dedicó 0.42%, el monto más alto después de quince años: 13 mil 379 millones 900 mil pesos.

Según registros de la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT), para 1998 El Salvador orientó 0.83% del PIB para actividades de ciencia y tecnología, adquisición de computadoras para centros educativos posiblemente, pero solamente dedicó el 0.08% a la investigación y desarrollo (I+D), reiterando con ello que la apuesta no estaba –y quizá aún no lo está– en la investigación.

¿Estará ese desafío en la universidades e institutos tecnológicos del país?

Se esperaría que de la Universidad de El Salvador e institutos tecnológicos –por el hecho de recibir recursos de ese porcentaje del PIB que debe asignar el Estado–, surgieran los aportes en ciencia y tecnología, pero por varias razones parece que no es así. Y no obstante que hay investigaciones realizadas en la UES, en ciencias naturales y sociales por ejemplo, éstas no tienen el impacto social deseado y tampoco son potenciadas por el Estado a través de la dependencia respectiva.

Parece que el Estado, frente a la falta de visión, está dejando ese desafío a iniciativas personales, ONGS y universidades privadas, pero ¿tendrán éstas últimas los recursos y/o el interés para hacerlo? Sea cual sea la respuesta a la interrogante, probablemente consideren inviable asumir esa tarea, sobre todo, cuando advierten que las personas de ciencia nunca tendrán empleo y salario dignos en el campo para el que se preparan, porque los sectores productivos prefieren la importación –recursos humanos, ciencia y tecnología–, antes que apostare a lo nacional o al desarrollo científico y tecnológico desde adentro.

Tan es así lo último afirmado, que en los países desarrollados el 90% de hombres y mujeres de ciencia y tecnología se emplea en el sector productivo, mientras que sólo el 10% lo hace en el sector académico. Pero en nuestro país esos porcentajes son a la inversa –en el mejor de los casos–, aunque todo indica que la mayoría de ese 90% definitivamente se va del país. Es decir, la llamada fuga masiva de cerebros, que obligó a México a través de la instancia rectora de ciencia y tecnología a implementar un programa de repatriación. ¿Se tendrán datos sobre cuántas de esas personas radican en el exterior y cuántas radican en el país? Lo cierto es que Costa Rica registraba 1,867 personas de ciencia para 1996; en México habían 28,963 y Estados Unidos registraba 982,000.

Es urgente invertir en ciencia y tecnología en El Salvador

Es innegable que El Salvador tiene figuras destacadas en los diversos ámbitos de la ciencia y la tecnología. De hecho, algunas de ellas participarán en nuestro II Encuentro de Investigadores Científicos e Inventores Salvadoreños, a realizarse el 23 de febrero próximo. Pero aún estamos muy lejos del estándar y la demanda de solución a problemas del país es enorme: alto costo del combustible fósil, degradación ambiental, enfermedades, etc., urgiendo al Estado a hacer lo propio y a las universidades privadas también. Asimismo, los sectores productivos deberían incorporar en sus empresas el talento nacional y promover desde ahí la aplicación y desarrollo del conocimiento científico y tecnológico que surge de la Educación Superior, lo que a la larga se traduciría en mayor rentabilidad.

La meta del país, además, debería ser: contar con las mejores universidades de la región y la mejor capacidad tecnológica a todo nivel. Los países que más han invertido lo han logrado. De las doce universidades más prestigiosas del mundo ocho son estadounidenses, siendo la primera la Universidad de Harvard, mientras que la Universidad de Tokio (Japón) y la Universidad de Sao Paolo (Brasil), ocupan las posiciones once y doce respectivamente.

Por último, el estudio denominado Networked Readiness Index 2006, realizado por el Foro Económico Mundial, revela que de los países istmeños el mejor ponderado es Costa Rica, en cuanto al impacto e impulso a la tecnología, ubicado en la posición 53, mientras que El Salvador se ubica en la posición 61. De Latinoamérica, Chile es el más destacado, en la casilla 31. En síntesis, parece que estamos a la zaga en dichas materias y en la solución de nuestros problemas también.

revistas de tecnologia en el salvador

EL SALVADOR CIENCIA Y TECNOLOGIA

http://www.conacyt.gob.sv/revista.htm

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